domingo, 22 de octubre de 2023

Héroe o víctima

 

A veces contando algunas situaciones de mi vida, o las experiencias que he vivido... encuentro entre las personas que me  escuchan que concluyen que he sido demasiado fuerte o que mis situaciones han sido terribles. Cual seria el umbral del sufrimiento? Pareciera que algunos de los que me escuchan sufrieran más del dolor que pude haber sentido yo. 

Escuchando expresiones como "Dios no te da una cruz más pesada que la que puedes soportar" o "No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista", la pregunta real seria como medir mi sufrimiento, ó como medir la resistencia, o la valentía?, cuál debería ser el umbral máximo del dolor o de tenacidad sobre el sufrimiento?

A manera personal, para conocer el arco iris debes conocer la lluvia y las nubes negras y tener la capacidad de actuar conforme se presenta el paisaje. Entonces de modo subjetivo también, el umbral del dolor estaría marcado por la profundidad de la oscuridad y brillantez de la claridad a la que fueres expuesto durante la vida. Una oscuridad y una claridad marcadas por las mismas experiencias de tu vida, debidamente orientada por aquellos que cuando eres niño defines como los heroes o los victimarios de tu vida, los padres.

La respuesta a la pregunta desde mi punto de vista sigue siendo demasiado subjetiva para poder generalizarla en este escrito. Cada quien resiste lo que puede y el dolor máximo a resistir habrá sido el sufrimiento más profundo que pudiste haber sentido durante toda la vida. Pero ese dolor máximo además, esta marcado por la capacidad de resistir, una capacidad dada durante la gestación (situación que no está bajo nuestro control) afianzada durante la niñez (que tampoco está bajo nuestro control) y fortalecida durante la adolescencia. En la edad de adultez joven quizás empecemos a ser dueños del control de nuestras emociones y del daño que permitimos que nos hagan las personas o las situaciones y finalmente durante la adultez madura o bien nos dejamos llevar por los dolores recibidos en el pasado (traumas) o los abolimos y nos armamos como guerreros para nuevos desafíos.

No todos están hechos para las guerras y no todas las guerras deben ser peleadas. A veces perdemos energías y armamento en guerras, peleas o desafios que no nos llevan a nada (no hay crecimiento personal o no son propias) y hay guerras que demandan de nuestro liderazgo, como coroneles, como soldados de primera línea, como protagonistas y en éstas a veces podemos simplemente huir y escondernos en nuestros padres, hermanos, pareja, jefe, amigos, compañeros de trabajo y al final cuando más se requería de tu protagonismo, sin importar el resultado del enfrentamiento, solo huiste.

Cada paso en la vida, podria considerarse como una guerra o al menos una batalla, un eslabon dentro de la cadena que puede llevarte al cumplimiento de tus objetivos (si se tienen).

Cada paso de la vida puede llamarse un desafío, cada quien elige que tan doloroso puede ser y que tanta fortaleza se tiene para enfrentar ese dolor. 

Por ejemplo, cuando eliges ir a la universidad. Es una batalla de la vida, debes hacer esfuerzos (estudiar, disciplinarse) hacer sacrificios (dejar familia, novio(a), no trabajar o trabajar al mismo tiempo). Entonces nada es fácil, cada batalla llega en su momento, cada persona elige que tan dolorosa puede ser la experiencia y que tan valiente va a ser para enfrentarla.

A veces no es doloroso elegir una carrera profesional, puede ser más doloroso acompañar a tus padres en la etapa final de sus vidas y hasta su muerte. Pero habrán personas que elijan simplemente huir de esa situación porque sienten que no son capaces, o habrán personas que sienten que no es doloroso, porque logran poner todo el amor del mundo en sus acciones, o habrán personas que a pesar de enfrentarlo, el dia a día de esa rutina de cuidadores es dolorosa y llena de sacrificios. Puede que a veces duelan estas situaciones, puede que a veces no. 

Así como esa frase trillada de la percepción, que en cada situación puedes ver el vaso medio lleno ó medio vacío. Depende el ángulo, depende del tipo de persona que lo vea. Lo mismo es el dolor, es único para cada uno.

Son lineas demasiado delgadas, en las que no se puede juzgar la forma correcta o incorrecta de afrontar los desaires de la vida. Simplemente estamos llamados a vivir y a veces las guerras o desafíos hacen parte de eso que se llama vida. Cada quien decide si vivirlas o simplemente pasar por un lado de esas oportunidades o de esos baches en el camino.

Lo que si considero real, es que a veces hay situaciones que se presentan una sola vez en la vida, pueden ser grandes oportunidades para crecer, sin importar lo dolorosas o dificiles que sean, solo existirá una vez en la vida para elegir si quedarse o simplemente huir. Solamente por una vez en la vida tu rutina se hará compleja, o tu rutina será echarte culpas por no enfrentar la experiencia que se presentó.

Aprendí que cuando se elige enfrentar, es el dia a día el que te llena de fuerza, el abrir los ojos cada mañana y decir aqui sigo, buscar soluciones todos los dias, sufrir un poco de impaciencia, de impotencia, de soledad, pero dejar que el tiempo y las personas que te van acompañando en el camino te den la mano, te den una fuerza extra y te hagan sentir que puedes con todo. Y al final de los días, te darás cuenta de lo héroe que fuiste y con el tiempo que continuará pasando, años más tarde veras esa situacion dificil como una pequeñez en la imensidad del universo, pero que hace parte de la gran montaña de razones por la que hoy eres quien eres. Y el balance, es, creéme que siempre debe ser y será muy positivo.

No te hace valiente darle cara a las situaciones, pero tampoco debería condenarte el no hacerlo. Al final, cada quien desde muy adentro de su alma, corazón, razón, conciencia quedará con un sentimiento de satisfacción o de culpa y lo confirmarás con las expresiones de las personas con quienes interactúas si fuiste héroe o si fuiste tan solo una víctima de las circunstancias. 




sábado, 30 de septiembre de 2023

A la distancia



 La última vez que besé tus labios fue una dolorosa despedida, 

intentando darle un sabor de expectativa. 

La ultima vez que te abracé me esperaban las ruinas de la primera tormenta de nieve, 

el invierno había empezado con tu ausencia y llegaba el decorado de una nieve virginal. 

La ultima vez que te ví, fue despidiéndome de tí en el puerto aéreo 

tu te quedabas y yo me marchaba, 

ambos con el dolor en el alma de todo el amor que aún sentimos, que aún guardamos. 

Hoy, casi un año después de esa vez, 

el amanecer de mis días muestra unos árboles de hojas amarillas y rojas

anunciando la llegada del otoño... 

y siento miedo,

que llegue el día, que despierte en la mañana 

y observe en la ventana la caída nuevamente de los copos de nieve 

y no estés conmigo para abrazarme a tu calor.




Puedes con todo!

 Llegó el día en que me di cuenta que no soy tan importante como quizas me convencí durante los ultimos 45 años. 

Tal vez, simplemente la persona que me hizo creer tal idea, ya no camina sobre este mundo y entonces me quedé sin ella, la que me hacia creer en mí y me hacia ver que yo era importante, en su vida, en la de los demás.

Hoy al lado de mis hijos, me doy cuenta o quizás sea solo una sensación. Me siento vieja, obsoleta, mi opinión no vale, no me siento escuchada.No tiene valor lo que yo pueda decir o aportar. Nadie observa a través de mis ojos los procesos que voy llevando desde mi corazón, desde mi razón, desde mis adentros. 

Hoy me encontré en internet una frase bastante curiosa y tiene mucho que ver con lo que siento. Decía mamá que yo era muy capaz, que era poderosa, que yo era muy luchadora, que era capaz de todo. 


He podido con todo. Le demostré a mamá y a mí misma que sus palabras habían sembrado en mi caracter y en mi personalidad eso que ella decía. Porque le hice caso, le obedecí siempre, hasta acompañarla en su último respiro. Fui fuerte, fuí capaz, no renuncié en ningún momento a mi responsabilidad con ella, ni a las mías. No fue fácil, podría hoy contarlo como el cuento de caperucita roja, pero fue mi proceso de crecimiento y la muerte de mi mami fue inclusive la mayor muestra para ella y para mí misma de la mujer fuerte que había forjado. Me quedé con la seguridad de que hoy, ella estaría muy orgullosa. Sin embargo hoy, estaría triste por mí.Preocupada por como he venido sorteando mis emociones, sin sus palabras de aliento, sin su esperanza, sin la fé que siempre la acompañó. Sin las palabras que Dios lo puede todo y que solo hay que confiar.

Ya fuiste a misa?, fueron las palabras hoy de mi hija. Y la percibí como una burla. Mamá hubiera dicho las mismas palabras pero como un regaño. Porque ella con su comentario y con su ejemplo estaría diciéndome pegate de la mano de Dios, mírame a mí, como me ha sacado adelante.

No tengo el mismo caracter de ella, ella era una mujer bastante orgullosa, segura de sí misma, autoritaria, controladora. Por ejemplo, sabía que yo estaría a su lado hasta el final de alguna de las dos, porque para eso me había formado. 

Despues de su muerte, pensé que sería mi última lucha con la vida, que quizas en adelante las cosas serían más fáciles. Que me sentiría suficiente para mí, pero me estoy quedando coja. 

Quizás en asumir retos, en inventarme aventuras, en buscar lo que quiero, sea fuerte, segura de mí misma, pero tengo un punto débil. Mis hijos. Con ellos siento que vengo pagando los errores que cometí con mi mamá. Mamá me ponía cuidado. Pero de ella no me quedó nada, no tengo un hermano, o un pariente que me ayude hoy a recordarla, a hacer célebres sus palabras o que me ayude a hacer honor a sus palabras. Que sintiese el mismo duelo que yo por su ausencia. Al contrario, hay parientes que le guardan cierto resentimiento y mis hijos finalmente, no vivieron con ella los últimos 4 años y mientras tanto forjaron su relación familiar con la familia de su padre. 

Lo que yo pudiera decir, asi fueran tonterías, ella me escuchaba. Me felicitaba, me regañaba, se enojaba, se reía, se entristecía... pero me escuchaba. Y hoy no me siento escuchada. Solo ocupo un lugar en el espacio llamado mamá... pero no siento el respeto hacia mí, como yo respetaba a mamá.

Nadie se alegra de mis logros, nadie me dice que puedo hacerlo, nadie me empuja, ni nadie me regaña con amor, nadie me extraña, solo me miran a los ojos por un rato y vuelven a sus celulares, o a sus espacios impenetrables, vuelven a su trabajo, vuelven hacia sus parejas. Y mi segundo esposo, de quien finalmente me enamoré en la vida, pues no lo tengo conmigo, y si hablamos, él siempre está con su familia o está trabajando. Si yo estuviera allá, con él, tendría que compartirlo con su familia y a la fuerza tendría que su familia es mía, pero no la siento tan mía, porque mi familia se me murió. Era mamá. Y a nadie le he importado tanto como a mamá. 

Tengo unos hijos que debo compartirlos con su padre, y con la familia de su padre. Tienen más contacto y cosas en común con él y con ellos, que mis hijos conmigo. Tengo un esposo que tengo que compartirlo con su familia también. Siento que es mi vida la que gira alrededor de los demás. Pero en la mía, nadie gira. Nadie giraba como mamá. Me pregunto: ¿mamá sentía lo mismo conmigo?. Su dolor era que tenía familia, pero no tenía buena relación con ellos. 

Me hubiera gustado haber tenido otro tipo de relación con mis hijos, haber tenido un hermano o una hermana con quien contarle mis cosas sin que me juzgue, Era bonita la relación con mamá, aunque a veces me juzgaba y yo también a ella, vivimos juntas, sabiendo tal cual era la otra, hablabamos continuamente echando chisme, lamentandonos de la locura de los demás, no era una relación fácil, pero era ella mi hombro, donde yo podía llegar cualquier día a llorar. Mi hija no viene a mis brazos a llorar nunca, se cubre con una coraza dura. Mi mamá, inclusive fingia no sentir sus dolores en su final, para no verme preocupada, le encantaba hacerse la fuerte. Era yo su brazo y ella era el mío. 

Siento que me hace falta mi mami, pero hoy me falta una hermana, una hija. Alguien que  mas allá de parecerse a su padre, sienta una empatía femenina con su mami.Tengo una hija, pero la siento lejos de mí y no se cómo acercarme. 

Hoy me siento más sola y me hace falta un abrazo de estos. 





domingo, 24 de septiembre de 2023

Calidez en un abrazo

Fue un gesto amable el de esa señora. Un gesto cordial que no me esperaba y me dejó casi impresionada o en shock, no alcance a responder de la misma manera, porque no creía ser merecedora de una despedida tan cálida. 😎


Llevo casi un año como mesera, recogiendo los platos utilizados de los clientes, al terminar su desayuno en el comedor de un hotel reconocido en el centro de la ciudad.
En esta ciudad hay un gran número de inmigrantes, con miles de historias personales a cuestas, yo soy una más en esa lista. Con un proceso de adaptación, con verdades a medias sobre mi futuro en este lugar, con miles de expectativas, pero con incertidumbres en la vuelta de cada esquina. 
Una pareja, un hombre y una mujer entrados ya en la tercera edad, un poco más de 60 llegaron a desayunar esta mañana. Un dia de trabajo normal, brindé un servicio normal, cruce un par de palabras con la mezcla que ahora me acompaña de algunas palabras en francés y otras en inglés, pero haciéndome entender. Ellos respondieron con una sonrisa muy agradecida, algo no tan común. Extrañamente me dejaron propina, un detalle que aunque puede darse por obligación, extrañamente tenía un valor sentido de agradecimiento. Entregaron en mis manos los billetes con una sonrisa cálida los dos.
Al día siguiente los volví a ver durante el desayuno, esta vez, ni siquiera pude saludarlos, cruce mi mirada con ellos y apenas sonreí desde lejos saludando calurosamente, respondiendo en alguna media la atención del dia anterior. Fue una jornada muy ocupada, y en un ir y venir, ya no estaban en el comedor.
Al tercer dia, con más calma, los volví a ver, iguales de sonrientes, calurosos al saludo. Entable una charla corta, lo que apenas me permite mi seguridad en la fluidez de mi lenguaje. Me contaron que venían de San Francisco, California. Les conte que no soy de aqui, le conté de donde vengo y que llevo un año en este país. Se portaron muy amables y atentos a la charla. 
Cuando terminaron su desayuno, me acerqué para despedirme y preguntar si podía recoger los platos, asintieron, me dieron propina de nuevo, pero mas que eso la mujer, abrió sus brazos y me brindó un abrazo. Un gesto cálido que no he recibido en todo el tiempo que llevo aquí. En segundos recordé que estaba en la mitad del comedor, frente a las miradas del resto de clientes, también alcancé a pensar que quizas yo estaba malentendiendo el gesto, pero me acerque lo más que pude y respondí el abrazo intentando devolver tanta calidez y cariño. Sin saberlo ellos me dieron un sol de alegría a mis días.

Mi día cambio de color!. 💙





sábado, 17 de junio de 2023

La Abuelita Chela


Si me preguntan a que lugar o momento del pasado me gustaría volver si se pudiera, claramente podria responder que me gustaría regresar a mi niñez. Fue muy bonita, con una etapa llena de magia. 

Esa magia que solo pueden proporcionar las hadas madrinas o los ángeles, personas que inexplicablemente reconoces cuando ya eres adulto.
Desde que nací compartí espacio con una señora, que con el tiempo vine a reconocer como mi abuelita chela. Hoy mirando al pasado en aquellos momentos, puedo verla como un hada blanca. Un personaje salido de un cuento, era cuidadora de gatos, despulgadora de perros, guardiana de niños. Vivía en una casa que yo siempre considere como un castillo.

Mi abuelita Chela, tenía perros y gatos, sus nombres parecían de duendes, un perro peludo que se llamaba "chiripas" y una gata hermosa de brillante pelo que se llamaba "fifi".

Tenía la abuelita galletas de sal escondidas en la alacena, tenia un calor de hogar con el que calentaba la leche para darle al gato o igual para para darme "Cal-C-tose". Cuando enfermaba de la garganta ella preparaba mis antojos, maiz pira con salchichas. Recuerdo sus sopas de pasta y de arroz con menudo, el pedacito de carne frita acompañado de arroz con fideos y platano maduro frito, sin la obligación de la ensalada, ni la cebolla, solo relleno de mucho amor y cariño. 

Ella tejió con dos agujas una bufanda de un azul tranquilidad para mi cuello. Tejía junto a la ventana, acompañada de fifi, y yo al lado de ellas. Mientras ella tejía, fifi y yo mirabamos por la ventana, veíamos la gente pasar sin percatarse de que yo estaba en el mejor sitio del mundo. 

Sentada allí en la ventana a la luz del sol en las mañanas. La veía tejer, la veía leyendo el periódico, la veía despulgando perros y gatos, la veía asoleando las crías de fifi, charlaba conmigo de la vida, de los animales, de cuentos, de fábulas. Me enseñaba como ver el mundo a través de esa ventana. Me enseñó a ser fuerte, conocía mi contexto familiar, sabía de las cosas que no se hablaban, sabría protegerme de tanta información de adultos que a veces se esconde. Conocía mi vida y la de mi mamá. Me dejó leer los libros de Mafalda que eran uno de los tesoros de la biblioteca de su hija. Me dejó ver la novela de las 11.30 de la mañana mientras llegaba la ruta para llevarme al colegio. Me ayudaba con las tareas, firmaba mis bajas calificaciones para evitar un malestar con mi mamá, me llevaba a hacer mercado, me dejaba caminar a su lado derecho porque sabía que yo solo escuchaba por mi oído izquierdo. 

Recuerdo su casa de 3 pisos. Con un gran jardín establecido en un espacio  aproximadamente de 3 metros de fondo por unos 6 o 7 metros de frente. Ella tenía el tiempo de la vida, demasiado tiempo a su favor, nunca supe su edad, pero era grande, tenía tiempo para cuidar niños, para despulgar mascotas, para cocinar, para rociar matas, para ir al mercado, para sentarse conmigo a hacer tareas, para arreglar el jardín, para atender mis caprichos de niña, para hablar con sus vecinas y para hacer oficio.
 
Al entrar a su casa, del lado izquierdo estaba el comedor sencillo sin apariencia y del lado derecho la sala, todas las sillas de la sala tenían los cojines levantados para que los gatos no terminaran de deshilacharlos. Las visitas se sentaban en el comedor.
Pasando la cocina, estaba el taller de carpinteria de su hijo Gustavo, otro personaje mágico en mi niñez. Parecía el taller de madera de Guepeto, (el de pinocho). Diseñaba jueguetes,  materas para colgar plantas y bibliotecas móviles. Hoy en día no le cobraría a Gustavo por publicar su negocio en redes sociales. El día antes de mi nacimiento, Gustavo llevó a mi mamá de noche al hospital. De ahi en adelante fue un compañero de lectura, de cultura, de juegos de mesa, de cuentos, de historias, de mucha sabiduría.
 
En el segundo piso de la casa estaban los cuartos, el de ella que lo compartía con su hija, el de don Saúl, esposo de la abuelita y un tercer cuarto, de la costura, donde unos años antes durmió una hija de ella que falleció muy joven, pero es un recuerdo demasiado vago. Guardaba allí su maquina de coser, que tenía cajones llenos de hilos y de botones de multiples colores. Había un puente que dirigia al fondo de la casa a un patio, donde estaba el lavadero de ropa, un cuarto de guardar la ropa para planchar y un cuarto donde dormía Gustavo. En el cuarto de la ropa, yo guardaba una colección de frascos de plástico que llenaba de agua en el lavadero y pasaba un rato con ellos jugando.

La habitación de Gustavo era prohibida la entrada para chicos de mi edad, pero el día que pude entrar, quede admirada de tantas cosas útiles y a la vez inútiles que había, parecia un museo, libros, cuadros, esculturas, antiguedades. Hacía parte del mobiliario un baúl en el que en alguna época vivió un hámster. El animalito comia arvejas y pedacitos de zanahoria.

En el tercer piso de la casa, vivia doña Angélica con su hijo en arriendo. Un espacio donde alguna vez vivimos mi mamá y yo recién nacida. 

Después de casada llevé a mis hijos pequeños a conocer a la abuelita era tratar de regalarles a ellos un pedacito de esa niñez que yo viví y que me hubiera gustado que ellos hubieran vivido. Ella seguia igual, un poco mayor, pero con un cerebro impecable y conciente. Me miraba impresionada de verme ya adulta, joven madre, la niña que ella cuidó durante varios años y que era en parte lo que ella había forjado en mi caracter. Esas veces que la visité encontre en su casa otros dos nuevos perros, y además 30 gatos. Su castillo se habia convertido en hogar de paso para los felinos. En el barrio la conocían como la señora que recogía gatos de la calle y les buscaba dueño. Sólo por esa vocación de servir de hogar de paso para gatos, de ser cuidadora de perros y guardiana de niños, ella debe estar en el cielo, gozando de la presencia no solo de Dios sino de las almas de todas las personas y animales que recibieron un poco de su luz.

Estas palabras son una dedicatoria a ella, a la abuelita Chela, porque parte de lo que soy, esta parte de andar escribiendo obedece a lo que ella sembró en mí. A ella le debo mi gusto por la lectura, por aprender cosas nuevas todos los dias, aprender a discernir lo que está bien y lo que está mal. 

Donde quiera que estés: Gracias! Nos veremos luego!.



 





sábado, 27 de mayo de 2023

Olor a Verano

Mi primer invierno, una experiencia triste llamada casi a la depresión. Finalizando el invierno, el vestido blanco y gris de la nieve ya era insoportable. Los paisajes dejaron de ser bonitos, cuando mis pies ya detestaban las botas, pero pues todo hace parte de la fotografía. No?

Empiezó un veranito con miedo a salir, unos dias cálidos que llegan indecisos entre la humedad del invierno que se no se quiere ir. El invierno no fue el mismo que he visto pasar en otras ciudades que recorrí. Pero el verano, pareciera igual que en otros lados. Una humedad que en el intento de ser evaporada por el sol, eleva el olor a verano. 

Con el olor llegan tambien los recuerdos de otras temporadas estías que vivi en otros lugares que la vida me permitió recorrer. Es el olor de un calor entrañable, aromas que me ensanchan el corazón de tantos recuerdos guardados en el olor de este calor; un olor de nostalgia, después de un invierno que ha sido invasivo.

En esa transición de la primavera al verano el sonido de las hojas que ahora decoran los árboles de arce los escucho desde mi ventana, desde la silla donde me siento a escribir, un sonido acompañado del olor a verano y con la imagen visual de una cortida en movimiento humeante por el viento me pintan un escenario en el pasado, cuando en otro lugar del mundo olía a verano, se escuchaba el viento en las hojas de los sauces y se movia una cortina bailando por el viento. Este momento al igual que aquel hace mas de diez años esta lleno de olor a verano, de un sitio donde me sentí amada.

El tibio del ambiente primaveral levanta la humedad de entre la tierra, se evapora el frío y con él emergen el olor de la desaparición del invierno y el olor humedo del calor veraniego. Salen las flores de sus capullos, de ramas desgastadas por la nieve brotan hojas verdes de los arboles que unos dias antes estaban desnudos. Las ardillas atraviesan las calles, saltan de un árbol a otro, caminan por los cables electricos y el olor, ese olor característico de un verano que se acerca, de un verano que llega, de un verano que quizas ya vivi en otras épocas, en otras ciudades, con otras personas, con quienes en algun momento de la vida me enseñaron precisamente a notar el olor del verano, justamente al lado del río. 

Ese olor veraniego es de la humedad acalorada de una tierra que se está secando. Es el olor de algún amor guardado, de unas manos que abrazaron las mías durante otros veranos, de unos pies que recorrieron alamedas al lado del río en otras ciudades y me mostraron como se iba el frío y como victoriosamente llegaba el verano.




miércoles, 26 de abril de 2023

El College

Recuerdo que en el colegio, el primer día de clases era emocionante, me daba ansiedad, era toda una expectativa! Permanecí once años estudiando en el mismo colegio y todos los años a pesar que nos reuniamos las mismas compañeras, era un mar de nervios el reencuentro.

Al llegar a Canadá no fue distinto, mi ansiedad fue mas acentuada, en aprecio de lo anterior, estaba a punto de una muerte a cuenta de mis nervios. Desde antes de subir al avión pensaba que mi inglés era bueno pero que aún le estaba debiendo algo a mis habilidades. Había calculado además que entraría en un salón de clase donde la mayoría eran al menos quince años menores que yo. Además que venía realmente a aprender, porque por más que llamara mi atención el programa elegido, "Marketing Digital", no contaba con previo conocimiento ni información sobre los temas. Por lo tanto la expectativa era alta, incluiría en mi currículo una nueva formación.

Llegué a Canadá una semana antes de entrar al college, tuve tiempo para romper la rutina de mis hijos y que me enseñaran a tomar el metro, a conocer lugares, a que me familiarizara con el contexto citadino, porque pronto me echarían del nido, cual polluelo.

En efecto, el primer día de clase me encontré con un grupo de personas cuya edad promedio, predominaba entre los 25 y 35 años de edad. Unos más chicos, otros mas grandes, y realmente una minoría de personas cerca de mi edad. Dentro de todos los grupos de personas vi quizás a alguien, o dos personas de mas de 50 años, pero fue algo asi como la minoría de las minorías. Una nada.

Pero mas allá de eso, fue interesante verme inmersa en un salón pluricultural, el 30% del grupo eran brasileros, un 20% mexicanos, un 20% peruanos y chilenos, un 15% colombianos, un 15% restante repartido entre migrantes de Ucrania, Tahilandia, India y Ecuador. Casi un 60% de hispano hablantes, y un 90% latinoamericanos.

Pero, mas allá de las nacionalidades, pude encontrarme con los caracteres de cada uno. Iniciando mi observación desde el mismo hecho de que son jóvenes adultos. Con procesos internos, la migración a un país que parece a veces un lugar de paso, dejar su familia en sus paises de origen, tener expectativas de quedarse en el país, pensar en que quizas iba a ser una navidad sin sus padres y demás familia, algunos vinieron acompañados con sus parejas entonces era un tema de comenzar una vida marital, aunque entiendo que para algunos puede ser un tema de convivir con un roommate.

Dentro del grupo había un brasilero, de unos 30 años de edad, muy inteligente, carismático, con una sonrisa en todo momento, con un inglés fluído, simbolo del  buen juicio y del compromiso académico. Resultó ser escritor, estaba escribiendo su segundo libro y esta vez no era la primera vez que estudiara fuera de su país y no era la primera vez que estudiaba en Canadá. Le pedí que me ayudara a mejorar el inglés, con la expectativa de hablar un poco, de compartir experiencias, de desarrollar la fluidez, de hacer algo de conversación, pero él lo tomó por el lado abrir su campo profesional hacia la enseñanza del idioma inglés y me cobró 18$ cad la hora. Luego de pagar 6 horas, desistí, no por el reto, sino porque mis condiciones no permitían asumir más pagos por clases de inglés.

Recibir clases en inglés fue un total reto para mí, siendo adulta ya en el cuarto piso, era un desafío a mi naturaleza, cuando ya pensaba en que mi época de capacitación había terminado.

Las expectativas son altas, hacer un proceso migratorio, que tenga éxito y además estudiar como el camino para hacer migración y encima que se obtengan buenos resultados, porque dentro del proceso se incluye hacer prácticas laborales y continuar trabajando ojalá en la formación recibida.

Cuando se diseña un plan o un proyecto, se huye a veces de hablar de los peores escenarios, con el ánimo que de nunca sucedan. Pero hace parte del ejercicio prepararnos para las frustaciones que a veces conllevan las nuevas situaciones.

Me choqué con un grupo de jóvenes estudiando en el mismo programa de formación con niveles totalmente distintos de idioma inglés y yo a medio hablar. Con el tiempo terminas conociendo algunas personas, interactuando con algunos, sabiendo de los procesos de los demás... pero se siente una competencia enorme. Y aunque la idea no es sentirme menos porque los supero en edad en mas de 10 años por encima, a veces fue inevitable sentirme en desventaja y preguntarme varias veces: ¿que rayos hago aqui?.



Héroe o víctima

  A veces contando algunas situaciones de mi vida, o las experiencias que he vivido... encuentro entre las personas que me  escuchan que con...